Miguel quiere decir: ¿Quién como Dios?. Es decir: ¿quién es tan grande, tan amable y justo como Dios?. Conociendo el significado de su nombre tal vez nos preguntemos: ¿quién es San Miguel?, ¿de qué o de quién nos protege?, ¿cuál es su misión?
Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento. Es representado como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su pie sobre el enemigo infernal, amenazándole con su espada o traspasándolo con su lanza. Suele representárselo con una balanza, pues es defensor de la justicia y su fiesta es la más antigua de las instituidas en honor de los ángeles, la única que se celebraba en los primeros tiempos.
La cristiandad, desde la Iglesia primitiva, lo venera como quien
derrotó a Satanás y sus seguidores y los echó del cielo. Es reconocido como
guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia y como
protector de los cristianos contra los poderes diabólicos. Es conocido como el
ángel de la plegaria y de la adoración y, finalmente, presentador de las almas
de los difuntos a la luz del Paraíso, “la luz santa prometida a Abraham y a su
descendencia”. En la liturgia, la Iglesia nos enseña que este arcángel está
puesto a custodiar el paraíso y llevar a él a aquéllos que podrán ser recibidos
allí. A la hora de la muerte, se libra una gran batalla, ya que el demonio
tiene muy poco tiempo para hacernos caer en tentación, o desesperación, o en
falta de reconciliación con Dios. En este momento, San Miguel, está al lado del
moribundo defendiéndolo.
San Miguel es nuestro protector y para cumplir la misión de
protector es necesaria, además de del poder, otra cualidad: la bondad. Su
bondad, es tan grande como su poder. Bajo sus órdenes, todos los ángeles
trabajan por la protección de los hombres. Ahora cabría preguntarnos: ¿nosotros
nos empeñamos tanto como ellos en nuestra propia salvación?
Por otro lado, San Miguel es nuestro modelo. Modelo de
recogimiento y de unión con Dios. Es modelo de inocencia y de pureza, no tiene
sino pensamientos y deseos santos, modelo de humildad, confiesa que Dios lo es
todo y que toda persona debe quitar de sí el orgullo, la ambición y la vanidad.
Es también modelo de celo. Sólo aspira a hacer amar a Dios y a Jesucristo, su
hijo. San Miguel es modelo de dulzura
El procede en todas sus acciones con perfecta calma y nos
muestra claramente que la modestia, la dulzura y la paciencia son las mejores
armas contra nuestros enemigos
En San Miguel encontramos el modelo de todas las virtudes.
Se nos enseña en la tradición que San Miguel preside el culto de
adoración que se rinde al Altísimo y ofrece a Dios las oraciones de los fieles
simbolizadas por el incienso que se eleva ante el altar. La liturgia nos
presenta a San Miguel como el que lleva el incienso y está de pie ante el altar
como nuestro intercesor y elportador de las oraciones de la Iglesia ante el
Trono de Dios. También hay que notar las apariciones marianas que han incluido
manifestaciones de San Miguel, su relación con la Eucaristía, y a la adoración
debida a Jesús Eucarístico y a la Santísima Trinidad.
San Miguel en las Sagradas
Escrituras
En el Antiguo Testamento:
En el libro de Daniel, Dios envía a San Miguel para asegurarle a
Daniel su protección (Dn. 10,13 - 12,1) y guiar al pueblo de Israel por el
desierto.
En el libro del Exodo (23,20), el Señor dijo a los Israelitas:
«Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te
conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz...».
En Judas 9, se observa a San Miguel altercando con el diablo y
disputándose el cuerpo de Moisés, que había muerto. En obediencia al mandato de
Dios, San Miguel escondió la tumba de Moisés, ya que la gente y también Satanás
querían exponerla para llevar a los Israelitas al pecado de idolatría.
También se hace alusión a San Miguel en: 2 Mac. 11,6 y 15,22.
En la actualidad, los judíos invocan al Arcángel Miguel como el
principal defensor de la sinagoga y como protector contra sus enemigos. En la
fiesta de la expiación concluyen sus oraciones diciendo: «Miguel, príncipe de
misericordia, ora por Israel».
En el Nuevo Testamento:
Aquí también el papel de San Miguel es muy importante pues
continúa su poderosa defensa. Con sus ángeles, libra la batalla victoriosa
contra Satanás y los ángeles rebeldes, los cuales son arrojados del cielo. Es
por eso venerado como guardián de la Iglesia. «Entonces se libró una batalla en
el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron con el Dragón y éste contraatacó con
sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo...» Apoc. 12,7-9.
El honor y la veneración a San Miguel, ha sido parte esencial de
la vida de la Iglesia desde sus inicios. Se le han atribuido innumerables
beneficios espirituales y temporales. El emperador Constantino atribuyó a este
arcángel las victorias sobre sus enemigos y por ello le construyó cerca de
Constantinopla una magnífica iglesia en su honor que se convirtió en lugar de
peregrinación, donde muchos enfermos recibieron sanación por la intercesión de
San Miguel.
¿Por qué necesitamos a San
Miguel?
Como remedio contra los espíritus infernales que se han
desencadenado en el mundo moderno, somos llamados a invocar y buscar la ayuda
de San Miguel. Dice el Cardenal Mermillod: "En estos tiempos, cuando la
misma base de la sociedad está tambaleándose como consecuencia de haber negado
los derechos de Dios, debemos revivir la devoción a San Miguel Arcángel y con
el gritar: ¡¿Quién como Dios?!"
"La veneración a San Miguel es el más grande remedio en
contra de la rebeldía y la desobediencia a los mandamientos de Dios, en contra
del ateísmo, escepticismo y de la infidelidad." (San Francisco de Sales)
Precisamente, estos vicios son muy evidentes en nuestros
tiempos. Más que nunca necesitamos la ayuda de San Miguel en orden a
mantenernos fieles en la Fe. El ateísmo y la falta de fe han infiltrado todos
los sectores de la sociedad humana. Es nuestra misión como fieles católicos
confesar nuestra fe con valentía y gozo, y demostrar con celo nuestro amor por
Jesucristo.
Como individuos, como naciones, como Iglesia, estamos en gran
batalla espiritual. Es nuestro deber de amor usar todas las armas espirituales
para batallar con amor, fortaleza y astucia. La Virgen dijo a la Venerable
María Agreda: "Mi hija, no hay palabras humanas que puedan describir el
horror del mal que hay en Lucifer y en sus secuaces; y cómo sus dardos están
dirigidos a la destrucción del hombre. Su gran malicia, su astucia, sus
mentiras, sugerencias, sus insinuaciones y tormentos se dirigen a la mente y al
corazón humano. El trata de aplastar toda obra buena, de destruirla, de
esconderla. Toda la malicia que su mente es capaz de poseer quiere inyectarla
en las almas. Contra estos ataques, Dios nos da su protección: si el hombre tan
solo cooperara y correspondiera.
En 1994, antes de la Conferencia en el Cairo, donde se
determinaban temas de gran impacto para el futuro moral y social de la
humanidad, Su Santidad Juan Pablo II, pidió a todos los fieles católicos, que
rezáramos la oración a San Miguel por la intención de esa conferencia.
Si en tiempo de tentación, tenemos el coraje de reprender al
maligno y clamar la asistencia de San Miguel, el príncipe de la milicia
celestial, el enemigo por seguro saldría huyendo. Si deseamos tener su
protección, debemos imitar sus virtudes, especialmente su humildad y su celo
por la gloria de Dios.
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